jueves, 22 de octubre de 2009

GENIOS DEL YIN Y DEL YANG (Yehudá Berg)

Los grandes artistas del Renacimiento, Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel, claramente discrepaban en la calidad de la luz. Da Vinci argüía que todo era oscuridad y, en pos del contraste, el artista tenía que forzar la luz al pintar un cuadro. Miguel Ángel insistía que la verdad era lo contrario: el universo consistía en luz y, para crear un cuadro, el artista se veía forzado a inyectarlo con oscuridad.

Antes del Big Bang, en el Ein Sof (el Mundo Infinito) donde nuestras almas fueron creadas, no había nada en el universo sino Luz: el ambiente de la Creación lleno todo de Luz. Ese universo de Luz es lo que la Kabbalah nos ayuda a recuperar, y aquello en lo que Miguel Ángel creía. Sin embargo Miguel Ángel sabía que la oscuridad era necesaria para hacer una pintura, para hacer aparecer las cosas en esta realidad gobernada por el Árbol del Conocimiento. Y ya que la percepción de la realidad de la mayoría de la gente es 99% oscuridad y 1% luz, quizá Da Vinci también tenía razón. Sus pinturas, dibujos e invenciones trascendentes, trajeron más Luz al mundo que miles de otros artistas en conjunto.

Los científicos han estado estudiando la luz durante siglos, y han llegado a muchas conclusiones, algunas ciertas, otras erróneas. En el siglo XVIII determinaron que viaja a una velocidad constante. Luego, en 1887, Edward Morley y Albert Michelson, graduados en física, ganadores ambos del Nóbel, realizaron un experimento con la velocidad de la luz en la Escuela de Casos para la Ciencia Aplicada (Case School of Applied Science) en Cleveland. Encontraron que la velocidad de la luz era siempre la misma, sin importar si la fuente o el observador estaban o no en reposo. Esto establece la propuesta aparentemente absurda de que la medición de la velocidad de la luz tomada por alguien moviéndose hacia una fuente de luz, sería idéntica a aquella tomada por alguien alejándose de la misma. Más tarde Einstein apareció con una matemática fijando el límite de velocidad universal absoluto de 186,000 millas (299337.984 km) por segundo—sin viaje curvo y, por consiguiente, sin estancia interestelar para nosotros excepto en nuestra imaginación o en Star Trek (Viaje a las Estrellas).

Descubrimientos subsecuentes han indicado que la luz puede ser medida ya sea como un flujo de partículas llamadas fotones, o como una onda de energía.

Pero, con todo su estudio, los científicos aún no han conseguido decodificar el misterio de la iluminación, el cual, en la visión kabbalística, es simplemente esto: La luz es, de hecho, inmóvil; no hay movimiento y por lo tanto no hay “velocidad de la luz”.

El Zóhar enseña que en el momento de la Creación, la Luz fue diseñada para brillar desde el principio hasta el fin de la existencia del universo. Pero cuando Dios, para quien el tiempo todo es como un mural extenso, desprovisto de la ilusión linear del pasado, presente y futuro, reflexionó acerca de las personas verdaderamente malvadas destinadas a aparecer en este mundo material, Él decidió negarles el uso de la Luz.

Cómo está expuesto en el Libro de Job, “El ocultó de los malvados su Luz”.En este punto, Él prometió hacer la Luz “disponible para los justos en el mundo por venir”.La interpretación religiosa estándar de tal promesa implicaría que “el mundo por venir” es el reservado para almas justas después de la muerte —el cielo, si así lo prefieres—pero eso no es para nada lo que el Zóhar nos enseña. El mundo por venir no es más que aquel al que el kabbalista se esfuerza por entrar en esta vida, en el aquí y el ahora, el aquí y ahora que es también la eternidad.

La discusión entre la física y la metafísica acerca de la naturaleza de la luz no es trivial. Einstein pasó su vida buscando una gran teoría unificada que lo explicara todo. Nunca la encontró, pero el kabbalista ha operado bajo una gran teoría unificada desde el principio. Ésta es que la Luz espiritual invalida todas las limitaciones, incluyendo la noción de la mente racional de que ayer, hoy y mañana son marcos distintos de tiempo que deben para siempre permanecer separados unos de otros. Bajo tal paradigma, es imposible intentar ver hacia el futuro o volver al pasado, y la única cosa manteniendo ese paradigma en pie es el concepto erróneo de una barrera de la velocidad de la luz.

En verdad, la Luz tiene propiedades cuánticas capaces de hacer girar el ayer, el hoy y el mañana aquí y ahora, desprovistos de la incertidumbre y fragmentación del tiempo como lo percibimos. La Luz abarca y borra los conceptos de tiempo, espacio y movimiento.

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