Un extremo llama al otro extremo. La ley del péndulo obra en los más
diferentes aspectos de la vida, manifestándose de forma evidente en el
ámbito político y social. Una opción radical convoca a la otra en el
otro polo ideológico.
Un extremo llama al otro extremo. La ley del péndulo obra en los más
diferentes aspectos de la vida, manifestándose de forma evidente en el
ámbito político y social. Una opción radical convoca a la otra en el
otro polo ideológico.
Ejemplo evidente lo encontramos hoy en América Latina con el ascenso
reciente al poder de líderes revolucionarios. En buena parte de su
geografía, hasta hace bien poco, el poder era monopolio de las clases
más pudientes. Estas, en sus momentos más críticos, no dudaron en
echar mano de dos manidos recursos para perpetuarse en el poder: el
apelo a la patria como valor absoluto que reclama la subordinación de
las justas reivindicaciones sociales y el apelo al orden como argucia
para en realidad mantener un estatus de privilegio. Los Regímenes de
Seguridad Nacional constituyeron la desesperada y cruel salida de
estas clases para mantenerse en el dominio.
Tras varios años de ensayo, líderes populares de Ecuador, Nicaragua,
Bolivia, … alcanzan el máximo gobierno. En Centroamérica y en el Cono
Sur de este continente hermano, los Morales, Ortega, Correa… toman
relevo a quienes gobernaron desde el olvido y para los intereses de
los menos. Se unen en la trinchera que ya tenían Castro y Chávez diseñada.
Rafael Correa ha sido el último en blandir su puño desde la tribuna
presidencial. El sahumador indígena recorrió también el colorido
poncho de lana del nuevo presidente ecuatoriano. Es la oportunidad que
tanto aguardaron los sin futuro, son las responsabilidades últimas por
las que otrora no hubieran ni siquiera soñado. Se alza la voz de los
que no tuvieron voz, pero es difícil privarla de ese lastre de
resentimiento.
El péndulo cumple su recorrido. La historia sigue dando bandazos en
esas geografías, sujeta a los designios de la inercia del movimiento
entre extremos, siempre a la espera de mandatarios sensibles para con
todas las partes y que por fin gobiernen para todos. Los extremos en
esos países aún se mantienen, pero el péndulo tiene cada vez menos
fuerza en su inercia. La sociedades completan su ciclos, mientras
aguardamos que el péndulo vaya cediendo en su fuerza ancestral.
La emancipación del ser humano pasa por la liberación del vasallaje a
la ley de polaridades, en el ámbito social por el emerger de una
fuerza consciente, poderosa, capaz de diseñar una política
integradora, no sujeta a intereses ni partidistas, ni clasistas.
Las abismales diferencias económicas han de mermar en esos países para
que emerja una mayoritaria clase media. A partir de una amplia masa
crítica alfabetizada y con cultura general y democrática, puede surgir
un liderazgo que gobierne desde el ejercicio desinteresado del poder,
el equilibrio y la premisa siempre presente del bien común.
En Chile donde las diferencias sociales nos son tan grandes, en Brasil
donde el presidente está al máximo comprometido con la cohesión
nacional, en Argentina donde el nivel cultural frena populismos… el
péndulo baila menos. El péndulo comienza pues a mostrar su cansancio
de tanto bailoteo. El ser humano se va liberando de su danza alineante
para comenzar primero a comprender y después a encarnar un principio
evolutivamente superior: el valor del equilibrio, en el ámbito social
reflejado en el ideal de fraternidad universal.
Emerge pues la esperanza como resultado de siglos de conflictos. La
lucha por el poder ha sido en realidad la lucha de una debilidad
enfrentada a otra, la debilidad de la primacía de intereses
particulares, de deseo de revancha, la debilidad de no poder abrazar
la razón del opuesto. Sin embargo el ser humano va ganando es su
apuesta por abrirse a la primacía del bien común, a la diferencia; en
su apuesta por la unión de los contrarios y sus intereses. La historia
es un peregrinar hasta el abrazo de los extremos.
Hoy estamos más cerca que nunca de esa meta. La fraternidad humana no
es un sueño de místicos. Avanzamos con paso lento, pero inexorable
hacia ella. Su consecución es un proceso gradual. Ahora bien este alto
ideal humano no podrá jamás encarnar, en tanto en cuanto permanezcan
las lacerantes diferencias sociales y la explotación del hombre por el
hombre no haya cedido absolutamente.
Futuro por lo tanto para todos, que el beneficio de la inmensa mayoría
sea el que siempre prime, sin que para ello el rencor se haga con el
verbo de los nuevos dirigentes. Gobierno para todos en especial para
los que nunca gobernaron, sin que ello suponga el emerger de una nueva
élite privilegiada, medrada en el discurso de la confrontación. Al
ciclo de liberalismo a ultranza, tiene que suceder un tiempo de
renuncia de los privilegios de los menos y de oportunidades para
todos, sin que ello implique gobernar contra nadie.
Los desposeídos aguardaron agazapados en el pasado su merecido alba.
Se hizo la luz del día y cuando era su hora, vino el futuro a pedirles
casi-imposibles: olvidar la revancha ahora que podían ejercitarla,
olvidar la revuelta, pues podía ser de nuevo fallida. Pero este es el
tiempo de los imposibles, pues se nos concitan más posibilidades que
nunca para hacerlos realidad. El futuro demanda un giro providencial,
reclama algo más que una ya gastada revolución social, invita al
trabajo infatigable por la justicia social, a un salto hacia la
conciencia de hermandad más inclusiva, abarcante y universal. El
futuro es un horizonte ancho para todos sin restricción y nosotros
vamos con fe y anhelo detrás suyo.
Tomado de: La Redacción Equipo de Portal Dorado
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