jueves, 1 de octubre de 2009

LA BRUJA Y LA NIÑA

Había una vez…

…la historia de Blancanieves –una de las mas escalofriantes que nos contaban para hacernos dormir- nos habla de una reina malvada y fea que hace sufrir a una pobre jovencita inocente tras la muerte de su padre, el rey. Aparentemente (porque esta parte nunca se cuenta), esa mujer malvada se ha casado con el padre de Blancanieves para acceder al poder y la fortuna y una vez que lo logra, esclaviza a su hijastra hasta convertirla en la sirvienta de palacio. (Parece un poco extraño que teniendo tanta fortuna no pudieran contratar sirvientes, pero en fin, así son los cuentos.)

La niña decide escapar cuando descubre que su mala madrastra quiere asesinarla y termina viviendo en la comunidad de los enanos trabajadores del bosque, hasta que la bruja finalmente la encuentra y le entrega la famosa “manzana envenenada”. Luego de comer ingenuamente la manzana ofrecida, Blancanieves cae en un sueño profundo de la cual es despertada por un apuesto príncipe. Eventualmente se casarán y serán felices por siempre.

De este cuento, abundan las interpretaciones, desde las freudianas que indagan en la sexualidad de esta mujer que convive con 7 hombres, hasta las de fantasía histórica, que identifica a Blancanieves con Margarethe Von Waldek, una princesa alemana del siglo XVI.

Hoy creo que podemos mirarlo tras el cristal de nuestro trabajo de transformación interna.

No sabemos mucho de la vida de la madrastra de Blancanieves antes de casarse con el anciano rey. Sabemos que era muy bella y que no estaba enamorada de ese hombre. Podemos imaginar que tenía otros candidatos, mas jóvenes, solteros quizás, con fortuna suficiente como para permitirse infinidad de lujos, y sin la carga de una hija ya grandecita…

Imagino que a esa mujer la casaron a la fuerza. Joven y hermosa, se vio de pronto condenada a permanecer junto a un señor ya mayor que no la llevaba a ninguna de las fiestas del reino. Su única diversión era mirarse en el arquetípico espejito. Tarde o temprano tenía que convertirse en una persona amargada y resentida, descargando su furia con la persona que representaba todo lo que ella había sido y había perdido: una joven bella, independiente y libre de casarse con quien quisiera…porque ya no había un padre que impusiera mandato. Espejito, espejito…

Esta lucha entre la bruja resentida y la joven inocente es similar al drama que se desarrolla permanentemente entre el parásito (la suma de nuestros temores, pensamientos limitantes y mandatos) y el guardián de la luz (refugio de nuestro niño interior, inocente y utópico).

El guardián de la luz, nuestro niño o niña interno, aun cree en cuentos de hadas, (o quiere creer), se alimenta de novelas románticas y películas de amor, canta con las aves del bosque y conversa con los enanos sin un solo dejo de discriminación.

El parásito, en cambio, sobrecargado por una dolorosa historia personal de fracasos y frustraciones, intenta destruirlo, porque prefiere condenarse a no vivir jamás una alegría, que arriesgarse a soñar y perderlo todo descubriendo que es solo una ilusión. Como la bruja de Blancanieves, nuestro parásito prefiere jugar el papel de malo de la historia, antes de ver quebrarse en mil pedazos el espejo de los sueños.

En el dolor anticipado, el parásito cree ver una cuota de triunfo, de poder, de control. Al menos, dice, si no lo hago estoy seguro del resultado. Pero si me atrevo a dar un paso fuera de las seguras paredes del castillo debo enfrentar a terribles bestias peligrosas que acechan en la oscuridad: lo desconocido, el crecimiento, el cambio…

Y entonces, el parásito decide liquidar a quien considera su amenaza mas temible: la inocente niña que aun sueña.

A veces lo logra.

A veces nos comemos la manzana envenenada, los miedos, la autocompasión, la desesperación.

El problema es que en la vida real, es muy poco probable que venga un príncipe a rescatarnos. Puede que suceda, pero es mejor que no contemos con eso…

Lo mejor que podemos hacer es aprender a rechazar la manzana.

Y animarnos a tomar decisiones arriesgadas que nos conduzcan a una vida mejor..

Hasta la próxima.

Flavia Carrión

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