jueves, 8 de octubre de 2009

PADRE JUAN ANTONIO DE LA VEGA: HE CONOCIDO A UN SANTO

“Quiero morir en Paraguay y

que me entierren en la cárcel”

El padre Juan Antonio de la Vega nació hace 83 años en Madrid, a una cuadra de la Puerta de Alcalá, como le gusta recordar. Mientras estudiaba para recibirse de abogado, sintió el llamado de Dios para hacerse sacerdote. Después de más de 20 años de misión en el Perú, llegó al Paraguay donde ya lleva 23 años y quiere pasar los últimos días de su vida, totalmente entregada al servicio de la pastoral penitenciaria.

Siguiendo las normas de los jesuitas, mucho antes de ser ordenado, Juan Antonio de la Vega ya había salido de misión fuera de España para trabajar con niños y jóvenes. En su caso le destinaron la ciudad de Arequipa en el Perú donde permaneció por tres años; al cabo de los cuales regresó a la ciudad de Granada para estudiar teología. Luego de más de 25 años en el Perú, fue trasladado a Paraguay donde llegó en 1982. Su labor en las penitenciarías y sus constantes reclamos pidiendo un trato digno para los reclusos, molestaba al poder y el 25 de julio de 1988 fue expulsado del Paraguay por el Gobierno del general Alfredo Stroessner.

¿Cómo surgió en usted este interés de acompañar a los presos en las cárceles?

Yo creo que fue mi vocación. El Señor me llamó y por las circunstancias me fue encaminando hacia El. Desde que era universitario en España ya empecé a visitar las cárceles. Tenía un profesor en la facultad que enseñaba Medicina Forense y otro que no recuerdo, que nos invitaron a visitar las cárceles. Desde entonces comencé a ir y mucho más cuando me hice jesuita.

¿Y en Paraguay, desde cuando realiza esta labor?

Dividiría mi trabajo en dos épocas, la primera en la época anterior bajo el régimen de Stroessner en la que era más difícil. Aunque iba pero meramente como visitante voluntario, pues no tenía cargo oficial. Cuando vino el golpe de Estado y el general Rodríguez asumió, a propuesta de la Iglesia me dieron el título ad honores de capellán en la cárcel de Tacumbú.

¿Y hace cuanto tiempo que vive en Paraguay?

Hace 23 años que llegué al país.

¿Es cierto que ya no quiere volver a España?

Ya ven que estoy acá. Aunque de vez en cuando me gusta dar una vuelta por España, sin duda alguna porque la pasó muy bien con los familiares, los veo a todos, pero ya no para quedarme allá. Yo quiero morir en Paraguay, ya lo he dicho muchas veces y es más, me gustaría que me enterraran en la cárcel. Pero ya sé que es una petición llamativa y vanidosa.

Lo suyo es realmente una vida entregada de lleno a su vocación…

Si uno ve realmente a esa pobre gente, y pensamos que si hubiéramos estado, quizás hubiéramos sido peores. Y luego, no es por nada, pero también es cierto que recogemos lo que sembramos. Si sembramos una vida de violencia, de sexo o lo que sea, recogemos frutos de eso. Si en la televisión estamos siempre incentivando el sexo con las fotografías, con las llamadas, con los desfiles, con las modelos y no se cuantas cosas más; además de la violencia en las películas, claro que se reproduce eso en la vida ordinaria.

¿Cuándo intuyó usted que quería ser sacerdote?

Lo del sacerdocio fue clarísimo. Tenía 19 años y estaba en el tercer año de la facultad de Derecho y un día mientras estaba estudiando, me vino la idea que quería ser sacerdote. Y sinceramente, me dio tanta rabia que cerré el libro y me marché. Me fui al cine de sesión continua, que en esa época empezaba a las 10 de la mañana hasta las 12 de la noche y costaba 1 peseta la entrada para ver si se me marchaba la idea. Sólo pensarlo me daba rabia y no me gustaba nada la idea de ser cura. Entonces, fui a visitar a un sacerdote que trabajaba con los universitarios, un hombre benemérito y santo, el padre José María Llanos, a quien le dije: padre creo que tengo la vocación para sacerdote. Me miró y me dijo: no te preocupes ni pienses en ello, tú no tienes ninguna vocación. Me quedé contento y feliz, porque consideraba que hice lo correcto al consultar con una persona imparcial; además me pareció estupendo lo que me dijo. Sin embargo, la idea no desapareció y siguió por lo que volví para hablar con él y esta vez me dijo: “yo te dije eso porque sabía que si era verdadera vocación volverías, si era una ilusión pasajera, con lo que yo te decía se iba a borrar. Así que lo siento, pero sí tienes la vocación”. Eso fue en febrero de 1942 y en julio de ese año ya me fui al noviciado de los jesuitas. Cuando me ordené tenía 33 años.

¿Por qué eligió ser jesuita?

Pues primero porque había tratado más con ellos. Había participado de las comunidades de vida cristianas de los jesuitas y de ahí me vino el interés. Además la figura de San Ignacio que me fascinó; sin menoscabar a los demás santos, me pareció un hombre extraordinario.

Asistió al último

condenado a

muerte en Perú

Uno de los episodios más fuertes que le tocó vivir al padre De la Vega, sucedió el 17 de setiembre de 1971, cuando le tocó asistir al último reo que fue condenado a la pena capital en el Perú. Se trata de Víctor Apaza Quispe, condenado por el asesinato de su esposa. Un pelotón de diez gendarmes de la entonces Guardia Republicana se encargó de la ejecución. El padre De la Vega lo acompañó toda la noche; lo que se denomina tradicionalmente “estar en capilla”. “Esa noche fue inolvidable. El muchacho se confesó, hizo su primera comunión y murió santamente, tal es así que yo le dije que cuando esté frente a Dios, pida por mi para que sea un buen sacerdote”. De la Vega comenta que hasta ahora la gente del lugar recuerda el hecho y que la tumba siempre está adornada de flores.

* * * *

¿Qué reflexión puede hacernos acerca del significado de la Navidad?

Más que responder yo, creo que es suficiente mirar el ambiente que hay. Es un ambiente de alegría, de gozo, porque un niño nos es nacido, un niño que nos trae la salvación, que nos trae la buena noticia de que realmente el Evangelio se cumple, de que Dios es nuestro padre, que todos somos hermanos y que lamentablemente estamos muy lejos de ponerlo en práctica. Por eso el don más grande que trae el Señor es la paz: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres”. De eso estamos lejos; a nivel mundial no tenemos paz, a nivel nacional estamos muy divididos y muchas veces a nivel familiar, lamentablemente, también hay mucha división y en el corazón de uno a veces tampoco tenemos la paz. Este es el mensaje de alegría que nos trae el Niño Dios.

¿Cómo podemos vivir adecuadamente este tiempo, en medio de toda la sociedad de consumo que nos rodea y que transformó el significado a algo meramente comercial?

Es evidente que vivimos en una sociedad de consumo. Ahora cómo podemos prepararnos eso depende del recipiente; si llevamos a una fuente, lo que vamos a traer de ella dependerá del recipiente. Si usted trae una vasija pequeña e insignificante, pues lo que se llevará de ahí será proporcionalmente igual. En la navidad tenemos que sacar de esta cesta del Señor que está dispuesto a darnos su gracia y debemos preparar el corazón. Cuanto mejor lo preparemos y cuanto más grande sea, más vamos a recibir y cuanto más pequeño sea, menos vamos a recibir.

¿Y cómo es la navidad en la cárcel?

La navidad en la cárcel es tristísima. Al contrario de lo que pasa afuera, en vez de estar felices, con este gozo, esta alegría, allí adentro no hay nada de eso. Por eso la peor época de la cárcel son las navidades. Por eso, da pena nuestros hermanos internos, privados de libertad, que sufren muchísimo y más porque son días de felicidad, lo ven en televisión, están escuchando en la radio con los villancicos, los cantos y ellos están dentro. Entonces, también el deseo de salir es mucho más fuerte o que les den un permiso para ir a pasar la navidad con su familia y te hacen propuestas de distinto tipo, como que se les de permiso con la promesa que volverán y no van a escapar; que para mi son ciertas. Pero, obviamente no se les concede. Por si fuera poco, están también con ilusión de que se les conceda el indulto. Es una pena, porque este año no se hizo ninguno. Ha pasado la fiesta de Las Mercedes, Viernes Santo, el 15 de Agosto y no hubo. Ahora se espera que por Navidad haya nuevamente. Este es un recurso que tienen en otros países para conceder la libertad a la gente, porque la cárcel no arregla nada, lo complica todo.

De modo que para usted el trabajo más difícil se da en esta época…

Es sinceramente doloroso y muchas veces, incluso hubo intento de motines después de la navidad, porque ya están con la ilusión de salir, vienen las visitas y luego tienen que ir; otros que no tienen visita, o que sus familiares no han podido venir a verlos, transforman esa tristeza en rabia o violencia.


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