domingo, 2 de agosto de 2009

AFINACION SEMANAL DE LA CONCIENCIA DE LA KABBALAH

Hay una historia magnífica sobre dos hombres que fueron estudiantes del gran Kabbalista Rav Elimelej de Lizhanzk, que vivió en el siglo XVIII.

Rav Elimelej falleció dieciséis años antes que su hermano y colega kabbalista Rav Zusya. Estos dos hombres decidieron embarcarse en un viaje para encontrarse con el hermano de su maestro porque sentían que necesitaban un nuevo maestro. En su viaje se hospedaron en un lúgubre hostal, lleno de gente turbulenta, que carecía de servicios básicos tales como el agua corriente.

Según la tradición kabbalística, nada más levantarse en la mañana se lavaban las manos para eliminar la negatividad de la noche anterior (para una explicación más detallada, puedes leer "El camino del kabbalista" [en inglés]). Pero, sin agua corriente, esto era imposible. Uno de los hombres salió sigilosamente de la habitación en mitad de la noche en búsqueda de agua. Finalmente, encontró una botella de licor, regresó a su habitación para seguir durmiendo y se levantó temprano para lavarse las manos con el licor antes de que su amigo pudiera despertarse y verle.

Cuando ambos estuvieron levantados, partieron para encontrarse con el hermano de su maestro, preguntándose todo el tiempo si este hombre se convertiría en su nuevo maestro.

Cuando llegaron a su destino final y se reunieron con Rav Zusya, éste sabía de alguna forma que uno de ellos no había limpiado espiritualmente sus manos de la negatividad de la noche al levantarse por la mañana. Rav Zusya le dijo: "Toda la negatividad que mi hermano limpió de ti, de tu alma, la has traído de nuevo". En ese preciso momento, aquellos dos hombres supieron que habían encontrado a su maestro.

Sólo un alma verdaderamente elevada podría sentir la presencia de una oscuridad espiritual tan sutil. La forma en que estos estudiantes fueron merecedores de su maestro es porque uno de ellos cometió un error y no se lavó las manos. La mayoría de nosotros hacemos cosas peores que ésa. Pero lo que nos brinda la oportunidad de tener un maestro, de seguir el camino de un gran kabbalista, es precisamente los errores que cometemos. Los errores son parte de quienes somos. En nuestro ADN, en las profundidades de nuestra alma, sabemos que vamos a cometer errores en esta vida. Vamos a caer.

La caída los hizo merecedores de su maestro.

En este camino, tenemos que estar dispuestos a cometer errores. Yo cometo errores, todos los maestros del Centro de Kabbalah lo hacen. Ninguno de nosotros es perfecto. No tenemos todas las respuestas. Si las respuestas nos eluden sabemos a quién preguntar. Preguntamos a nuestros maestros.

A menudo veo a personas que se sienten culpables, que rehúyen de sus estudios o de su maestro de Kabbalah debido a la negatividad que causan mientras transitan por este camino. El hecho de que todavía tengas bloqueos, de que todavía cometas errores es lo que te hace merecedor de permanecer en este camino.

Considera este correo electrónico como una confesión: todos cometemos errores. Y todos continuaremos cometiendo errores.

Pero no puedes dejar que esto te desvíe del camino.

Esta semana, en medio de uno de los momentos más oscuros del año kabbalístico, perdónate a ti mismo por tus defectos. Considera tus errores la garantía de que puedes crear un camino hacia una versión mejor de ti mismo. Porque si pensaras que eres perfecto, o que estás en un nivel elevado, tendrías un problema mayor que aquéllos de nosotros que cometemos errores. Al menos nosotros sabemos dónde nos encontramos.

Así que si ahora mismo te encuentras cometiendo errores, acude a tu maestro. Si todavía no tienes un maestro, éste es el mejor momento para iniciar esa asociación que los kabbalistas han estado alentando durante miles de años. Rav Shimón bar Yojái tenía un profesor, cometía errores, y aun así llegó a ser el autor del Zóhar. Sigamos sus pasos de grandeza.

Todo lo mejor,

Yehudá

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