lunes, 3 de agosto de 2009

EL EVANGELIO DE HOY

lunes 03 Agosto 2009
Lunes de la Decimoctava semana del Tiempo Ordinario

Santa Lidia, San Aspreno



Leer el comentario del Evangelio por
San Romano el Melódico : «Comieron todos hasta quedar satisfechos»

Lecturas

Números 11,4-15.
La turba de los advenedizos que se habían mezclado con el pueblo se dejó
llevar de la gula, y los israelitas se sentaron a llorar a gritos,
diciendo: "¡Si al menos tuviéramos carne para comer!
¡Cómo recordamos los pescados que comíamos gratis en Egipto, y los pepinos,
los melones, los puerros, las cebollas y los ajos!
¡Ahora nuestras gargantas están resecas! ¡Estamos privados de todo, y
nuestros ojos no ven nada más que el maná!".
El maná se parecía a la semilla de cilantro y su color era semejante al del
bedelio.
El pueblo tenía que ir a buscarlo; una vez recogido, lo trituraban con
piedras de moler o lo machacaban en un mortero, lo cocían en una olla, y lo
preparaban en forma de galletas. Su sabor era como el de un pastel
apetitoso.
De noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná.
Moisés oyó llorar al pueblo, que se había agrupado por familias, cada uno a
la entrada de su carpa. El Señor se llenó de una gran indignación, pero
Moisés, vivamente contrariado,
le dijo: "¿Por qué tratas tan duramente a tu servidor? ¿Por qué no has
tenido compasión de mí, y me has cargado con el peso de todo este pueblo?
¿Acaso he sido yo el que concibió a todo este pueblo, o el que lo dio a
luz, para que me digas: "Llévalo en tu regazo, como la nodriza lleva a un
niño de pecho, hasta la tierra que juraste dar a sus padres?"
¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a todos los que están
llorando a mi lado y me dicen: "Danos carne para comer? "
Yo solo no puedo soportar el peso de todo este pueblo: mis fuerzas no dan
para tanto.
Si me vas a seguir tratando de ese modo, mátame de una vez. Así me veré
libre de mis males".


Salmo 81(80),12-13.14-15.16-17.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer;
por eso los entregué a su obstinación, para que se dejaran llevar por sus
caprichos.
¡Ojalá mi pueblo me escuchara, e Israel siguiera mis caminos!
Yo sometería a sus adversarios en un instante, y volvería mi mano contra
sus opresores.
Los enemigos del Señor tendrían que adularlo, y ese sería su destino para
siempre;
yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo y lo saciaría con miel
silvestre".


Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para
estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a
pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de
ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar
desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las
ciudades a comprarse alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes
mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los
cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció
la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los
distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron
doce canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y
los niños.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

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